La campaña citrícola española 2018/2019 ha tenido un inicio muy complicado en todas las zonas productoras. El retraso entre dos y tres semanas en la maduración, la elevada presencia de híbridos de mandarina tardíos de Sudáfrica en su momento óptimo de madurez en los supermercados europeos, el bajo calibre en algunas zonas de producción, la ausencia del frío (fundamental para incentivar el consumo en el centro y el norte de Europa), la sucesión de lluvias torrenciales y persistentes durante el mes de noviembre, las protestas en Francia de los “chalecos amarillos” por la subida fiscal de los carburantes y el colapso de los camiones en autopistas y carreteras nacionales… son algunos de los factores que han confluido en el difícil arranque de la presente campaña 2018/2019.
Casi todos los factores mencionados son coyunturales y, la gran mayoría, climatológicos y fisiológicos y, por lo tanto, imprevisibles. La consecuencia de este cúmulo de factores adversos es la situación de desequilibrio que hemos padecido la primera parte de campaña y que, a juzgar por los precios de las lonjas de mediados de enero, parece que se está ya superando.
Se hunde el precio en origen, pero el PVP se mantiene
Sin embargo, hay dos factores que no son coyunturales y sobre los que puede y debe actuarse. El primero de ellos y más importante es el de la fijación del precio de venta al público y su conformación a lo largo de la cadena de valor. El bajo precio de venta de los cítrico en origen en la primera parte de la campaña no ha tenido repercusión en el consumidor, que ha encontrado las naranjas, las mandarinas y las clementinas a los mismos precios que la campaña pasada, luego la conclusión es clara: si el agricultor se ha visto obligado a vender más barato, y el consumidor ha pagado lo mismo que el año anterior, alguien se tiene que haber lucrado con la diferencia.
Las mejoras introducidas en la legislación española en los últimos años no han conseguido poner fin a los abusos de posición dominante y el agricultor, origen de toda la cadena, sigue siendo el eslabón más débil.
El segundo factor sobre el que también puede y debe actuarse es el de la proliferación de acuerdos comerciales con terceros países y las reducciones o supresiones de aranceles a la importación. Esta situación amenaza con complicarse en los próximos años, dado que hay muchos países productores -no sólo Sudáfrica, también Egipto, Marruecos, Turquía y el bloque de Mercosur, entre otros- que tienen los ojos puestos en el mercado europeo.
Por tanto, es fundamental hacer frente a estos dos factores y lograr que la Unión Europea en su revisión de la legislación de la cadena alimentaria proteja más a los agricultores y evite el abuso de la posición dominante. Asimismo, desde ASAJA instamos a revisar los acuerdos comerciales firmados por la UE para evaluar su impacto y evitar el daño a las producciones europeas. Se trata de dos de los objetivos que perseguimos desde ASAJA y así se lo hemos trasladado a las autoridades regionales, nacionales y comunitarias.