El control de malas hierbas en cereales de invierno (trigo, cebada, avena y centeno) es una de las principales tareas que precisan estos cultivos para garantizar unos rendimientos óptimos, pero también es una de las más costosas. La elección de los herbicidas adecuados depende de factores como el tipo de cultivo, el espectro de malas hierbas, las condiciones edafoclimáticas y el estado fenológico del cultivo y las hierbas.
Como publica en su página web la Red de Alerta e Información Fitosanitaria de Andalucía (RAIF), hay que partir de la base de que el uso racional de los fitosanitarios supone valorar en cada explotación la necesidad o no de su utilización, en función tanto de aspectos agronómicos como climatológicos.
Aspectos a tener en cuenta
Desde ASAJA-Sevilla recomendamos que para alcanzar este fin (uno de los principios de la normativa referente al uso sostenible de los productos fitosanitarios (Real decreto 1311/2012) se tengan en cuenta varios aspectos señalados por la RAIF, entre los que destacan:
1.- Conocer el historial de la parcela, en cuanto a malas hierbas, conociendo de antemano que especies de malas hierbas estuvieron presentes en el cultivo anterior o son endémicas de la zona.
2.- Saber identificar, en sus primeros estadios de desarrollo (cotiledones/1-2 hojas), qué tipo de mala hierba está emergiendo en nuestro cultivo.
3.- Valorar la intensidad o cobertura con la que están presentes las malas hierbas. Es importante saber si la densidad de población de dichas malas hierbas origina una pérdida económica superior al costo del tratamiento para combatirlas, esto es, conocer los umbrales de tratamiento.
4.- Una vez decididos al empleo de herbicidas, debemos de seleccionar, entre los autorizados, los productos, dosis y momentos de aplicación más adecuados.
5.- Previos al tratamiento, es fundamental saber la meteorología que va hacer el día del tratamiento, principalmente la lluvia y la temperatura.
El uso de herbicidas debe integrarse en un programa de manejo integrado de malas hierbas para evitar la aparición de resistencias, cuyas estrategias incluirían:
1. Rotación de cultivos: Introducir leguminosas o girasol para interrumpir el ciclo de vida de las malas hierbas.
2. Alternancia de mecanismos de acción: Empleo de herbicidas de diferentes grupos químicos.
3. Laboreo: Favorece el enterramiento de semillas y reduce la emergencia.
4. Siembra tardía: Permite controlar una primera oleada de malas hierbas con laboreo o tratamientos de preemergencia.
Las aplicaciones deben realizarse siguiendo las condiciones climáticas óptimas (humedad adecuada, ausencia de lluvias posteriores inmediatas y temperaturas moderadas) y ajustando la dosis al estado de desarrollo de las malas hierbas y del cultivo. Además, es esencial consultar el Registro Oficial de Productos Fitosanitarios para verificar autorizaciones vigentes y dosis recomendadas.
Por todo ello, es recomendable acudir al asesoramiento de un técnico cualificado, el cual le indicará si es necesario o no el empleo de herbicidas, y en su caso, el producto que mejor se adapte a las necesidades de su explotación. Con un enfoque técnico y sostenible, el manejo químico complementado con prácticas culturales permitirá un control eficaz de las malas hierbas en los cereales de invierno.