Por Ricardo Serra Arias, presidente de ASAJA-Sevilla
Tribuna publicada en ABC de Sevilla (Descarga Tribuna Ricardo Serra ABC)
Supongo que ustedes como yo, a estas alturas estarán mas que hartos de reflexiones vitales en estos desdichados momentos que nos ha tocado vivir, de cómo de frágil es nuestro modo de vida y de cómo dependemos de cosas que a fuerza de tenerlas ahí hemos olvidado su valor.
¿Qué habría sido de nosotros en estos días sin los smartphones que, a fuerza de vídeos, fotos y ocurrencias hasta el hartazgo, nos han hecho más livianos estos días y los que aún nos quedan? También nos está sirviendo para darnos cuenta de lo más maravilloso y también de lo más ruin de la gente que nos rodea, o que vemos en los medios: unos, esforzados y altruistas muchas veces anónimos; y mentirosos y cuentistas, los otros.
Todos nos preguntamos: ¿qué ocurrirá cuando venga la resaca de todo esto? ¿Cómo saldremos? ¿Qué nos quedará por el camino? Nos preguntamos si nuestra vida de algún modo cambiará para siempre o si después de un tiempo, el olvido se instalará en nosotros por el deseo de que todo vuelva a ser como antes, de nuevo ignorantes de lo precario de nuestro sistema de vida, desmemoriados pensando que todo fue un mal sueño.
Andábamos los agrarios por las carreteras reclamando la atención de los ciudadanos, cuando sobrevino la catástrofe. Nos sentíamos olvidados en un mundo que, a fuerza de tener de todo, había banalizado lo importante de las cosas de a diario: los alimentos.
Todo ha cambiado. De los tractores por la carretera hemos pasado a verlos por los pueblos arrastrando una nube sanadora y aplaudidos por los ciudadanos. De repente somos un sector esencial (siempre lo fuimos) y mantenemos la actividad para asegurar el bienestar de todos.
Claro que la música va por barrios, los de la flor cortada, sin eventos, en la ruina; muchos ganaderos, los de ovino especialmente, sin saber qué hacer con tanto cordero, cuando los restaurantes --sus principales clientes-están cerrados; y así muchos más subsectores.
Otra de las ironías de todo esto es que las ciudades están más limpias, hasta las aguas de Venecia son transparentes, parece como si la pandemia hubiera servido para remarcar, además de la tragedia de tanto sufrimiento y muertes, que podríamos vivir de un modo más real, valorando las cosas importantes, la cercanía de los que nos rodean, los alimentos, vivir más despacio.
Hemos constatado que tenemos un sector productivo capaz de abastecernos y de abastecer al mercado europeo para que literalmente no falte de nada. Hace solo unas semanas se presentó en Bruselas el llamado «Green Deal»; el Pacto Verde para el nuevo marco presupuestario que habla de una Europa más limpia, más respetuosa con nuestros bienes naturales, algo que naturalmente compartimos los agricultores, pero el Pacto no habla de la necesidad de un mundo rural vivo y productivo.
Estamos a tiempo después de esta catástrofe de convertir ese «Green Deal» en un acuerdo sostenible que haga compatible la conservación del medio con nuestra capacidad productiva, con nuestra soberanía alimentaria, con una PAC que piense no sólo en el medio ambiente, sino también en los agricultores y ganaderos. Un Pacto que promueva un sistema que fomente precios justos que dignifiquen nuestra profesión, con mecanismos de mercado para equilibrar la cadena alimentaria, protegiendo nuestras marcas, los productos locales, las señas de identidad de nuestros pueblos, la riqueza cultural milenaria y la sostenibilidad con realismo, no con soflamas y criterios promovidos más por el voluntarismo que por la realidad científica, que es la que debiera regir nuestro sistema productivo.
Ojalá que toda esta tremenda desgracia no caiga en el olvido y nos permita valorar de verdad las cosas importantes, todas esas que teníamos sin saberlo.
