La polémica sobre los alimentos transgénicos vuelve a la palestra. Los encargados de reabrir el debate son 109 Premios Nobel, que han firmado una carta conjunta pidiendo a la organización ecologista Greenpeace y a sus seguidores que ponga fin a su oposición a los organismos modificados genéticamente (OMG), con los que, según los científicos, «sólo busca asustar al consumidor deliberadamente».
Como publica la periodista Inma Lopera en ABC, en el escrito, los Nobel instan a Greenpeace a «conocer la experiencia real de los agricultores y los consumidores de todo el mundo con los cultivos y alimentos transgénicos», y le animan a «aceptar las conclusiones de las evaluaciones de riesgo, beneficios e impactos de los OMG realizadas por organismos científicos competentes, que han determinado que este tipo de cultivo y alimento es tan seguro como cualquier otro método de producción». "Nunca ha habido un solo caso confirmado de un resultado negativo en la salud de los seres humanos o animales derivados del consumo de estos alimentos. Se ha demostrado en repetidas ocasiones que sus impactos ambientales son menos perjudiciales para el medio ambiente, además de una gran ayuda para la biodiversidad global», concluyen los firmantes.
Como informa ABC, esta carta se suma a otros dictámenes a favor de la transgenia provenientes de organismos como la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) o la FAO, y supone «un importante aval» para revertir «la encorsetada situación en que se encuentra la agricultura europea», como declara en ABC el presidente de Asaja en Sevilla y Andalucía, Ricardo Serra. En la Unión Europea (UE), el cultivo de transgénicos está prohibido (con la salvedad del maíz MON810, propiedad de la multinacional Monsanto) pero no así la importación de productos con OMG. Por tanto, se pueden importar más de 50 variedades de OMG de cultivos como maíz, algodón, colza y soja. De hecho, «el sector ganadero andaluz y español depende de las importaciones de soja que, casi en su totalidad, son transgénicas», informa la patronal agraria, que se ha posicionado siempre a favor de la biotecnología agraria.
Por todo ello, Ricardo Serra, como miembro del Comité Económico y Social Europeo (CESE), insta a que se produzca «un cambio de actitud en la UE» y que «los políticos y legisladores comunitarios dejen de guiarse por prejuicios o por cuestiones políticas y sentimentales y atiendan a criterios absolutamente científicos en el uso de semillas modificadas genéticamente».
Entre los beneficios económicos y ambientales de los OGM, según Ricardo Serra, están la reducción del laboreo, la ayuda para optimizar el uso del agua y, además, conllevan una reducción del uso de fitosanitarios, por lo que favorecen una agricultura más respetuosa con el medio ambiente. En términos de sostenibilidad, Serra pregunta: «¿Qué es mejor? ¿Un algodón transgénico o echar diez tratamientos químicos contra la heliothis?»
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