El “Mosquito del trigo” o “Mosca de Hesse“ es un díptero parásito de la familia Cecidomyidae, de la que se describen varias especies, teniendo cada una de ellas preferencia por un cereal huésped distinto:
-Mayetiola destructor Say: Ataca a los trigos preferentemente, y raramente a la cebada, centeno o triticale.
-Mayetiola mimeuri Mesnil: Ataca a la cebada.
-Mayetiola avenae Marchal: Ataca a la avena.
Como publica la Red de Alerta Fitosanitaria de Andalucía (RAIF), el adulto de la generación otoñal suele detectarse tras las primeras lluvias. Es oscuro, de 3-4 mm, cabeza aplanada, alas ahumadas y patas largas. Los huevos son alargados, de color naranja, de unos 0’1-0’5 mm, y se disponen alineados con la nervadura en el haz de la hoja. La larva es alargada, transparente y ápoda en su fase móvil. Tras emerger repta por el haz de la hoja, introduciéndose entre la vaina y el tallo, descendiendo hasta encontrar un nudo. La pupa es de color pardo, ovalada, con extremos apuntados, de unos 4 mm, siendo la fase más característica para identificarla. Esta es la fase de resistencia de la especie, en la que la plaga hiberna, permaneciendo hasta 4 años esperando las condiciones óptimas para continuar con su ciclo biológico.
Como explica la RAIF, la duración del ciclo biológico puede oscilar entre 20 días (en condiciones favorables) y 4 años (en condiciones adversas). Dependiendo de la climatología local de cada parcela, nos podremos encontrar hasta 5 generaciones al año. En Andalucía, generalmente suelen presentarse 2 generaciones al año, una en otoño y otra en primavera.
Los daños más graves se registran en las primeras fases de crecimiento del cultivo, hasta el ahijado. Los primeros síntomas son un debilitamiento de la planta, comienza a amarillear por el extremo de las hojas y termina por secarse, reduciendo notablemente el número de hijos por planta. En estados más avanzados del cultivo, el crecimiento se retrasa y se dificulta el llenado del grano, reduciéndose el peso de la espiga y los rendimientos en la cosecha. La zona de la planta en la que penetra la larva o se ancla la pupa, se debilita y se hace más sensible a la acción del viento y otras condiciones adversas, pudiéndose tronchar la caña e imposibilitando la recolección de las espigas que caen al suelo.
Métodos de lucha
Una vez se tenga constancia de la presencia del mosquito del trigo en la parcela, no existen medidas fitosanitarias efectivas para su control. Como recuerda la RAIF, las medidas a adoptar para disminuir la incidencia de esta plaga deben de ser preventivas, aconsejándose la realización de prácticas culturales que vayan encaminadas a romper el ciclo biológico del mosquito, con el fin de minimizar los efectos de éste. Entre estas prácticas están:
-Enterrado del rastrojo a más de 10 cm de profundidad.
-No sembrar en fechas muy tempranas o muy tardías.
-Mantener el campo limpio de “ricias” (rebrotes de cereal del año anterior).
-Realizar rotación con cultivos no huéspedes (colza, girasol, maíz, sorgo, soja, etc).
No hay productos fitosanitarios que controlen el daño de este insecto una vez que el cultivo esté establecido. El único control posible es la desinfección de la semilla mediante productos autorizados, y éstos sólo controlan los primeros estados larvarios.
La RAIF desaconseja la quema del rastrojo como forma de controlar la plaga, pues está demostrada su ineficacia. La mayoría de las pupas persisten en los centímetros inferiores del tallo, cerca del suelo, sobreviviendo éstas a la quema del cereal.
Es importante puntualizar que para un correcto control de la plaga es necesario realizar varias de estas prácticas culturales. La ejecución de una sola de ellas no sería suficiente para paliar los efectos del mosquito del trigo.